Lima postpandemia. La historia ha demostrado que existe una estrecha relación entre salud pública, arquitectura y urbanismo. Confinamiento, teletrabajo, clases en casa se presentan como un reto que transformará el paisaje urbano de las grandes ciudades.
“Vamos a vencer la tuberculosis” fue la propaganda oficial para promocionar la construcción de la Unidad Vecinal N° 3. Fue inaugurada por el dictador de turno, el general Manuel A. Odría en 1949, un año después del golpe de Estado al presidente José Luis Bustamante y Rivero, quien había reclutado a un grupo de jóvenes arquitectos –entre ellos Fernando Belaunde Terry, Santiago Agurto, Enrique Ciriani– para cambiar el urbanismo de la capital peruana con una clara orientación de salubridad.
Luego vendrían las unidades vecinales de Matute, las del Rímac, Miraflores y el residencial San Felipe; que permitieron a obreros y empleados acceder a una vivienda digna, salubre y con amplias áreas verdes, en contraste con los entonces tugurizados “callejones” (de baño compartido) que por su insalubridad permitían el contagio de epidemias.
“Curiosamente, las áreas comunes en los últimos treinta años cada vez se exigen menos. Cuando uno hace un proyecto inmobiliario, la áreas comunes son del 40 por ciento y la mayor parte la resuelven con estacionamientos subterráneos. En cambio, la Unidad vecinal N° 3 tiene más de 70 por ciento de áreas comunes”, menciona el Dr. Pablo Vega Centeno, profesor principal de Arquitectura en la PUCP.
Fuente: Diario La República