¿En el ámbito de urbanismo, de proyección de la ciudad, Lima y el Perú están jalados? Definitivamente jalados.
Enorme problema, aunque no se percibe.
El Perú está creciendo, desarrollándose bien económicamente, pero este gobierno es el que menos ha pensado en las ciudades.
¿Por qué?
Tiene que ver con el perro del hortelano. No son razones ni de izquierda ni de derecha. El sector construcción es uno de los motores más poderosos de la economía porque no solo es fierro y cemento. Incluye muebles, electrodomésticos, cableado. De manera equivocada, el presidente Alan García (o el Ejecutivo) planteó que quienes quieren una regulación de la ciudad, conservar los valores de Barranco o Rímac, por ejemplo, son el perro del hortelano. Decidieron entonces que debía darse una desregulación, y se publicó una ley que permitía licencias automáticas y la aplicación del silencio administrativo positivo para el sistema de aprobación de edificaciones.
¿Y cómo ha funcionado esto?
Las dos edificaciones de Barranco que están en conflicto se aprobaron con el silencio administrativo positivo. La licencia automática tuvo modificaciones y esto se detuvo un poco por el temor de las municipalidades, de los propios inversionistas y proyectistas. Creo que el silencio administrativo positivo no es constitucional. Ha terminado en un delito flagrante. Si usted viola los parámetros urbanos (regulaciones municipales de altura, edificación) y pone más altura de la permitida, presenta su expediente y le dice al funcionario que lo deje ‘dormir’, que no le conteste para que se aplique este mecanismo.
¿Se coimea al funcionario?
Así es. Pero el silencio administrativo positivo se aplica cuando terceros no están implicados, por lo tanto debería ser inaplicable al sector construcción. A García se lo sugirió o impuso un sector del capital inmobiliario absolutamente voraz que no quiere ninguna reglamentación. Arquitectos, ingenieros, constructores, la Sunat están felices con el ‘boom’ inmobiliario, que no solo se da en Lima, sino en todas las ciudades grandes, pero una parte del crecimiento de la construcción está destruyendo la calidad de vida urbana en el país.
¿Pueden conciliar la expansión de la construcción y la calidad de vida urbana?
Los arquitectos del Perú creemos que sí. En las ciudades modernas, desarrolladas, conviven la arquitectura histórica y la moderna del negocio inmobiliario.
¿Lima es un caos?
Es un caos absoluto. Está densificándose enormemente, las agresiones ya no son solamente visuales, también sonoras o de contaminación ambiental. Sobre el trazado actual de Lima vivía un millón de personas. Sobre ese mismo trazado, con prácticamente las mismas áreas verdes, hoy viven nueve millones de personas. Distritos como Surquillo que no tienen ni un solo parque.
¿El auge de la construcción está destruyendo la memoria histórica, arquitectónica de Lima? Pienso en barrios como Santa Beatriz, Breña…
En realidad sí. Lo que pasa es que no todos tienen esa sensibilidad histórica. Si, por ejemplo, conversamos con la Comisión de Vivienda del Congreso, sabrán de construcción, pero no de patrimonio o historia, con seguridad. Lima debe conservar esos tejidos históricos. Es posible hacerlo y además que sean rentables. Esa arquitectura no solo es valiosa estética e históricamente, sino también económicamente. Ciudades como París o Roma valen por su patrimonio arquitectónico. Nosotros lo estamos perdiendo. El Centro de Lima tiene un valor enorme, pero no se conserva como es debido. También es cierto que la movilidad de los limeños a barrios como Chorrillos o Breña genera una cultura urbana distinta y la creación de espacios culturales, actividad comercial, cines, servicios urbanos. El crecimiento de la construcción también tiene aspectos positivos.
¿Quién lidera el crecimiento de la ciudad?
Las constructoras lideran el crecimiento urbano. Hay una gran promoción de la inversión inmobiliaria. Y está bien, pero las municipalidades locales son aún órganos débiles. Quisieran controlar, conducir el crecimiento, pero no pueden. Algunas sí, como Cusco, Arequipa, los intentos en San Isidro, Barranco. Tienen normas fuertes y las hacen cumplir.
¿En Lima hay un manejo, un gobierno de esta expansión urbana?
Es un intento fracasado. Tiene que ‘empoderarse’ a la municipalidad de la capacidad para conducir efectivamente el proceso de crecimiento urbano. No es una tarea del Gobierno Central. Falta una ley de desarrollo urbano bastante más clara y precisa para que la ciudad formal avance. No se trata de que Cofopri titule por titular para resolver un problema social electoral. De esa manera se están consolidando las deformaciones de la ocupación urbana. Por ejemplo, los ciudadanos de Lomo de Corvina están en una duna en la cual siempre va a ser difícil vivir y resolver los problemas de agua, desagüe, electricidad, etc. La población urbana en el Perú es largamente predominante. El 70% de los peruanos viven en ciudades. Cuando somos más y estamos más aglomerados, necesitamos de una mayor regulación. No incrementar la desregulación.
¿Lima puede ser manejable si incrementa sus 9 millones de habitantes?
Podría, pero si el crecimiento es racional.
¿Cuán perforada está la Municipalidad de Lima por ese sector constructor voraz?
No creo que lo esté tanto. Siempre ha mantenido una seriedad en ese sentido. Las municipalidades locales son perforadas permanentemente. No creo que en Lima se haya dado un silencio administrativo para edificar algo.
Pero las municipalidades locales se quejan de la injerencia de la de Lima en su zonificación.
Seguramente la decisión fue tomada con la zonificación urbana que prevalecía en su momento. Lo que necesitamos es plantear un plan de desarrollo urbano.
La zonificación cambia permanentemente, son períodos cortos.
Necesitamos una zonificación con mayor permanencia, estabilidad jurídica, reglas de juego a largo plazo. Eso fue lo que logró la inversión minera. Si hago una inversión inmobiliaria requiero saber qué pasará con ella. La zonificación tendría que durar 25 años de seguridad jurídica. Los municipios locales ahora están en función de las presiones de los constructores y de los vecinos que un día dicen una cosa y después otra. Falta regular esto y revisar el Reglamento Nacional de Construcciones.
La explosión constructora se da sin mucho orden en la Lima norte, en la Lima sur.
Esas municipalidades son muy débiles. En promedio, solo el 20% de sus habitantes pagan arbitrios e Impuesto Predial. No olvide que el 70% de la edificación del país es informal, solo el 30% es hecha por arquitectos, calculada por ingenieros, con planos sanitarios, eléctricos; y con cálculo estructural. En algunos distritos de Lima norte sí se construye de manera formal. Se sabe que eso da valor a la propiedad. Cierto, la Lima norte, por ejemplo, ha sido construida gracias a la pujanza de los emprendedores. Incluso han creado una estética propia, pero evidentemente no ha seguido las normas mínimas para una edificación. Hay algún orden, están las avenidas comerciales, con edificaciones de cinco a siete pisos, pero la vivienda de los más pobres llega a la cabecera de las quebradas. Es el orden del desorden. El único distrito de la Lima de los conos que tuvo un trazado fue Villa El Salvador.
Fuente: El Comercio