Artículo escrito por el Dr. Ramón Chehade Herrera Director Ejecutivo del IPDU.
El aislamiento domiciliario forzoso en que se encuentra el país pone en evidencia un aspecto de fundamental relevancia que en nuestro medio aún no recibe la importancia que amerita: la planificación urbanística de las ciudades.
La prohibición de conducir automóviles durante el periodo de cuarentena así como el régimen de toque de queda se sobrelleva, por lejos, mucho mejor en aquellas ciudades donde la planificación urbana ha incorporado con acierto el uso mixto del suelo, permitiendo así la satisfacción de necesidades básicas de la población con el simple desplazamiento peatonal y sin la necesidad de recorrer grandes distancias para regresar a casa.
El uso mixto del suelo permite que la vivienda conviva con aquellos comercios y servicios que le son complementarios al uso residencial, debiendo ser regulada a través de la zonificación de los usos del suelo y las compatibilidades de uso para el desarrollo de actividades urbanas que cada municipalidad provincial regula y aprueba para sus respetivas jurisdicciones.
Queda claro que este confinamiento sanitario obligatorio de la población persigue reducir los riesgos de contagio en una ciudad ya contagiada por la informalidad, la improvisación y la rigidez normativa que en muchísimos casos impide desarrollar proyectos de vivienda en los pisos superiores de suelos destinados a actividades comerciales compatibles con ella.
Así, mientras en otras ciudades urbanísticamente desarrolladas el poblador que requiere ir a comprar pan, visitar una farmacia, ingresar a una agencia bancaria o a una tienda de víveres, únicamente requiere tomar el ascensor de su edificio y caminar unos cuantos pasos hacia el comercio de interés (pues ni siquiera se plantea en subirse a su auto, pensamiento que no existe en su ADN urbano), en muchas zonas de nuestras ciudades, gracias a la obsoleta zonificación que aún sufrimos, todavía dependemos del desplazamiento motorizado para satisfacer ese tipo de necesidades urbanas corrientes.
Imagino que muchísimas personas desearían en estos momentos de movilidad urbana reducida tener en casa una bicicleta con parilla incorporada para poder desplazarse en una ciudad sin vehículos (una maravilla inimaginable para cualquier ciclista urbano por cierto) a fin de realizar las compras básicas requeridas mientras dure la cuarentena.
Esta reflexión nos lleva inevitablemente a pensar en la enorme importancia que tiene la zonificación y los usos mixtos del suelo en la planificación de la Ciudad, especialmente en situaciones como las que el destino nos pone en frente en estos momentos. Quizá esta lección nos sirva de experiencia para retomar las discusiones académicas y políticas sobre qué tipo de ciudades queremos tener para el futuro, especialmente cuando en cuestión de días advertimos que el futuro de pronto se convirtió en presente y nos enrostra una realidad urbana para la que no estábamos preparados.
Lo importante es que de las cosas más desafortunadas e impredecibles es posible rescatar aprendizajes que nos permitan tomar acciones concretas y no caer en la divagaciones infinitas, en las consultorías eternas o en la conocida inacción municipal que nos sumerjan de nuevo en el aislamiento urbanístico.
En conclusión, pensemos en que el uso mixto en las ciudades acorta las distancias, promueve los desplazamientos peatonales o en bicicleta, contribuye al cuidado del medio ambiente, acerca la vivienda al comercio, enriquece la calidad de vida urbana y termina por hacer más eficiente el uso del suelo urbano. Es decir, para resumirlo en cinco palabras: El uso mixto genera Ciudad.