Alfredo Castillo, gran conocedor del trabajo portuario y quien por años estuvo al frente de diversos puertos, recordó que el Callao que hoy conocemos se construyó hace mas de 80 años en un limitado espacio, para dar servicio a barcos que almacenaban su carga en cajones y sacos en las bodegas bajo las cubiertas, usando para su carga y descarga grúas o plumas de las propias naves. “Los barcos más grandes que llegaban eran los ingleses “Reina del Pacifico” y “Reina del Mar” con un desplazamiento de 10 mil y 12 mil toneladas, lo que ha variado tremendamente”.
Para comprender mejor la situación del primer puerto, Castillo explica que “el rompeolas sur se inicia desde la costa a una distancia aproximada de 130 metros del Muelle de Guerra de la plaza Grau y el brazo norte está en territorio del Servicio Industrial de la Marina-Sima y forma parte de la base naval.
Ambos brazos o rompeolas se van cerrando desde su inicio hasta su final, dejando una abertura de aproximadamente 38 metros, desde la cual se extiende un canal artificial para el acceso o salida de los barcos hasta las proximidades del cabezo de la isla San Lorenzo. Este canal debe ser periódicamente dragado ya que por su estrechez sólo permite la navegación en un solo sentido y un barco por vez”.
seguridad y velocidad
Por esta situación los buques deben esperar al norte de la isla el abordaje de trabajadores de la marina comercial, autoridades de la Capitanía, personal médico y funcionarios de aduana para recibir y conducir la nave desde su fondeadero en la isla hasta acoderarlo en uno de los espigones del Terminal cuando haya un muelle disponible. Esto va contra las máximas de seguridad y velocidad que imponen los puertos.
“Nuestro Terminal, por su reducido tamaño. con sólo cuatro o cinco espigones, y su escasa profundidad, no permite que los barcos que tienen un desplazamiento de hasta 100,000 toneladas y una eslora de 250 metros puedan maniobrar fácilmente y sufren congestionamiento, lo que alarga su estadía para desesperación de capitanes y agentes que pierden muchísimas horas en sus tareas de carga y descarga de las naves, a lo que se suman los altos costos”.
Durante el gobierno de Alejandro Toledo se creo la Autoridad Portuaria que debía hallar las soluciones a las dificultades del primer puerto. “Lamentablemente el marino que estuvo a su cargo se equivocó al creer que construyendo más muelles y colocando más grúas se solucionaba el problema.
Después de convocar a una licitación para construir un nuevo muelle llamado Sur renunció y quien lo reemplazó, presionado por Proinversión, efectuó una apresurada licitación que fue obtenida por una firma árabe, pensando seguramente que lo único que se podía hacer era entregar la construcción del nuevo muelle a una firma extranjera que se encargaría de los costos de construcción y mantenimiento, recaudando los ingresos en un periodo de 30 años, con la idea que la Empresa Nacional de Puertos (Enapu) no tiene capacidad para administrar el Terminal”.
Castillo refiere que los sucesivos ministros de Transportes y Comunicaciones, como Verónica Zavala y luego Enrique Cornejo, tuvieron en lo referente al puerto chalaco una mala actuación.
Caos, congestión
“Los expertos coinciden en que la situación del puerto chalaco no se soluciona con más muelles y grúas, su único y real problema es su reducido espacio. A más muelles y mas grúas en un espacio tan limitado se produce el caos, una endemoniada congestión de contenedores y camiones con una terrible demora que se traduce en mayores costos que harán al final incompatible nuestras exportaciones por los altos precios en fletes y servicios”, afirma.
Castillo asegura que tanto los ex presidentes Fujimori, Paniagua y Toledo como ahora Alan García conocen, pero han ocultado, la existencia de dos propuestas de solución al problema portuario como es la isla San Lorenzo “estratégicamente colocada por la naturaleza frente al Callao con una dirección y dimensiones precisas para que se construyan en ella no sólo un superpuerto sino también un nuevo y gran aeropuerto en reemplazo del actual que ha quedado situado peligrosamente en medio de la ciudad”.
La propuesta más antigua pertenece precisamente a Alfredo Castillo. En su proyecto, sólo en su fase inicial, podría atenderse a 20 barcos tipo post-Panamá, los más grandes que operan en el Pacifico oriental, lo cual “solucionaría el problema del abastecimiento de agua potable, corriente eléctrica, desagües, tránsito de acceso y salida del gran puerto sin costo alguno para el Estado y si se maneja acertadamente con una cuantiosa utilidad y sin tener que concesionar nuestro patrimonio”.
Castillo refiere que la obra, que demoraría unos ocho años y cuyo costo bordearía los cinco mil millones de dólares, serviría además para solucionar el problema de los desagües que infectan la Costa Verde “con el reciclaje de las aguas servidas para el asentamiento y verdor de los millones de metros cuadrados que se ganarán al mar y con el producto de la venta de sólo el 50 por ciento de los mismos, se puede recaudar unos 25 mil millones de dólares”. El especialista asegura que la gran obra podría ser financiada por el Banco Interamericano de Desarrollo-BID que haría desembolsos anuales.
Fuente: Diario La Primera